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Autoestima nacional

  • Mercedes Castellani
  • 16 jun 2015
  • 3 Min. de lectura

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Escribo este post desde Francia, una nación orgullosa de sus aportes a la humanidad desde una perspectiva histórica, filosófica, artística, psicoanalítica, gastronómica y enológica. Los ciudadanos del pentágono definen su identidad individual por el hecho de ser franceses, un atributo que consideran intrínsecamente positivo.

Hace algunos años en Estados Unidos, noté el mismo fenómeno. Por motivos diversos, más bien económicos, políticos y tecnológicos, los ciudadanos estadounidenses están orgullosos de serlo y confían en su capacidad para construir un futuro próspero.

Al igual que una persona elabora una valoración de sí misma llamada autoestima, una nación puede estimar el valor de su identidad. Podríamos pensar en algo así como una “autoestima nacional”, entendido como la percepción que los ciudadanos de un determinado país en su conjunto tienen de sí mismos. No se trata de nacionalismo exacerbado con respecto a otras naciones, sino de un mecanismo interno ligado a la propia percepción.

¿Qué sucede en Argentina en este aspecto? Si consideramos que el pueblo argentino está conformado por oleadas de inmigrantes que continúan ejerciendo influencia cultural, comprendemos que la identidad nacional se encuentra todavía en proceso de consolidación. Nuestra corta historia, sumada a las turbulencias macroeconómicas generan que el orgullo nacional se manifieste sólo de manera débil o intermitente.

Pero… ¿Por qué este tema debería interpelarnos? Por la sencilla razón de que los pensamientos se traducen en palabras y éstas últimas en acciones. Dicho de otra manera, nuestros pensamientos generan realidad. Por lo tanto, es sencillo entrar en una dinámica virtuosa o bien caer en un círculo vicioso. Me temo que la Argentina actual se explica más bien por el segundo caso.

Si creemos que cada uno debe salvarse a sí mismo en un contexto decadente, que la próxima crisis está por llegar, que estamos desarmados para cambiar el rumbo de nuestro país ya que es culpa del gobierno de turno, que viajar sin boleto o no pagar los impuestos es inocuo, que al tener recursos naturales extraordinarios podemos darnos el lujo de hacer un uso irresponsable de ellos o bien que no vale la pena involucrarse por miedo o apatía; compartimos estas ideas destructivas con nuestro entorno a través de mensajes quejosos y actuamos en consecuencia, generando exactamente eso que nos indigna. O peor aún, no actuamos, perpetuando la dinámica negativa por inercia.

Ahora, ¿qué pasaría si en vez de ahogarnos en mensajes negativos, construyéramos una profecía auto-cumplida mediante un circulo virtuoso? Pensamientos positivos generan palabras y acciones en el mismo sentido. Estos pensamientos, nuestro inconsciente colectivo, son culturales y en tanto que producto cultural, puede ser modificados y/o transmitidos de generación en generación.

Es cierto que tenemos un largo camino por recorrer, pero los invito a repensar nuestras ideas fundamentales empezando por lo siguiente:

  • Ser críticos pero constructivos: generando debates complejos que nos permitan encontrar puntos de desarrollo, discernir sus causas y proponer soluciones factibles.

  • Comprar Made in Argentina: el rol del consumidor, cuando es plenamente desplegado, es asombrosamente poderoso. Adquirir productos fabricados dentro de nuestras fronteras, equivale a mayores indices de empleo, mayores ingresos impositivos y mayor desarrollo industrial y tecnológico. Las empresas se encuentran a merced de los consumidores, dispuestas a ofrecer aquello que sea traccionado por la demanda. Compremos sólo productos Made in Argentina, en la medida de lo posible, y la medida de lo posible se extenderá hasta lo que antes concebíamos como imposible.

  • Proteger nuestros recursos naturales: si queremos contar con ellos a largo plazo debemos utlizarlos hoy de manera sustentable. Sabernos ricos en recursos naturales no nos da el lujo de malgastarlos, sino la obligación para con nosotros mismos y para con el mundo, de preservarlos.

  • Establecer una misión personal que se traduzca en progreso nacional: cada uno de nosotros contribuye con el país o no lo hace, no existen más opciones. A través del trabajo o de la participación ciudadana edificamos el futuro del país. Si cada uno hallara el ladrillo que quiere aportar a dicho edificio, podríamos generar sistemas de educación, de salud, emprendimientos y avances tecnológicos que nos orgullezcan como nación frente al mundo. Solucionando nuestros puntos de desarrollo de manera suficientemente innovadora, estaremos contribuyendo con el progreso de la humanidad.

  • Trasmitir una nueva lógica a las nuevas generaciones: la educación de los más pequeños es sumamente importante en la construcción de un país con pensamientos constructivos. Los niños intuyen dichos pensamientos, repiten las palabras e imitan las acciones. De hogares y escuelas dirigidos por adultos comprometidos con el país surgirán ciudadanos en vez de individuos.

Y vos… ¿qué estás haciendo para transformar argentina en Argentina?

 
 
 

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